Te escribo escuchando
el ruido del silencio,
recordando el recorrido de tus manos
por mi delgado
y punzado cuerpo.
La milésima de segundo
en la que mi cuerpo
de estar erizado por el frío
pasó a estar erizado
por las caricias de tus frías manos.
Haz encontrado
mis ganas perdidas
y aquí seguirán mis ganas
de tenerte en mí,
pegado a mí,
llenándome de placer.
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